contraportada libro Kewakafe
Roxana Miranda Rupailaf mezcla amor y pugilismo en su nuevo libro, “Kewakafe” por Rodrigo Castillo
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Le di golpes que hubieran derribado ciudades”. Con esta brutal cita, tomada nada menos que de Joe Frazier, campeón mundial de los pesos pesados entre 1970 y 1973, la poeta Roxana Miranda Rupailaf abre Kewakafe, su nuevo libro.
En el volumen, recién lanzado por la editorial Provincianos, la autora teje una espesa atmósfera de combate pugilístico. “Escribir es como golpear”, advierte en uno de los versos iniciales, para después agregar: “Hay en mis puños / la potencia, el hambre / de mover una montaña”.
A lo largo del poemario se evoca la agitación sudorosa de un cuerpo que busca a su oponente y a veces lo encuentra, dejándose atrapar en un fugaz abrazo erótico no exento de poder destructivo. “Sólo sé golpear con palabras / besar tu boca / llenarla de peces”, se lee en un pasaje. Poco después, otro poema llega para reavivar la tensión de la batalla: “Entonces vino el puño / la caída / la sangre con que escribo estas palabras”.
Ganadora en 2012 del Premio Municipal de Santiago por su libro Shumpall, y aplaudida también por títulos como Tentaciones de Eva (2003) y Seducción de los venenos (2008), la escritora de origen mapuche-huilliche comenta que su nuevo trabajo surgió del deseo de explorar los aspectos más tormentosos y contradictorios que pueden aparecer en una relación de pareja. La idea de enmarcar esa indagación en una escena deportivo-erótica, en tanto, fue inspirada por el ambiente que la rodea en Osorno, su ciudad natal.
“Esta ciudad tiene mucha tradición de boxeo. Martín Vargas era de acá y yo tenía seis años cuando mis papás iban al estadio a ver sus grandes peleas, pero, más allá de eso, en esta zona siempre se escuchan relatos e historias sobre boxeo. Ha habido varios campeones de peso gallo y existen muchos gimnasios y escuelas dedicadas a esta disciplina, y por eso para mí no fue tan difícil hacer el vínculo entre relación de pareja y boxeo”, explica la autora.
“En el camino también me di cuenta de que acá en el sur hay muchas mujeres boxeadoras, entre ellas la Daniela Asenjo, que ahora es campeona mundial y tiene su propia escuela de boxeo femenino en Valdivia. Fui hasta allá a visitarla y le hice un par de entrevistas. Todo eso, unido a mis recientes contactos con la literatura deportiva, me sirvió para ampliar mi imaginario en torno al boxeo. Y, por supuesto, recibí los aportes de mis amigos, que fueron fundamentales porque me acercaron a este tema que acá es tan popular”, continúa.
—En estos poemas sugieres que hay una estrecha relación entre sexo y violencia, casi como si lo uno no pudiera existir sin lo otro.
—Sí, desde mi primer libro he hablado del cuerpo femenino, porque sentía que los discursos sobre el erotismo provenían mayoritariamente desde lo masculino, y ahora, con Kewakafe, me estoy fijando en el cuerpo y sus memorias. Todas las violencias que hemos sufrido en nuestras vidas están en nuestros cuerpos, residen en nuestros cuerpos, y pese a que en nosotros hay una especie de lucha interna contra la violencia, también hay algo erótico en esa violencia, y eso es lo contradictorio. Somos seres súper contradictorios.
Crítica literaria Kewakafe: Poetizar y amar como deporte de combate
https://culturizarte.cl/critica-literaria-kewakafe-poetizar-y-amar-como-deporte-de-combate/
El que la vida es una lucha constante parece ser un acuerdo generalizado: levantarse, trabajar, amar, hacerse un lugar en el mundo frente a los otros —a pesar de los otros, en ocasiones—, son batallas con las que toda persona debe lidiar en mayor o menor medida, enfrentándose a un contexto al que somos arrojados, a los obstáculos que permanentemente se presentan y nosotros y nosotras mismas. Es un tema que se ha abordado ampliamente en la literatura, en cada uno de sus géneros. Sin embargo, decir que estos enfrentamientos son iguales para todos, sería mentir; mientras algunos se presentan al combate vistiendo armaduras y portando navajas, otros lo hacen a puños desnudos.
El género, la identidad racial, la orientación sexual y la clase social son sólo algunas de las divisiones que determinan nuestro lugar en el campo de batalla, desde donde, sea cual sea, nos disponemos a resistir.
Profesional de la pelea; así se podría traducir desde el mapuzungun la palabra Kewakafe, título del último libro de poemas publicado por Roxana Miranda Rupailaf (Provincianos, 2022). En este nos presenta una colección de 38 poemas inspirados por el boxeo, principalmente por el combate femenino, al que la poeta se acercó a través de la práctica y de Daniela “la leona” Asenjo, boxeadora valdiviana que recientemente se convirtió en la primera chilena en ser campeona mundial de boxeo. A través de la metáfora deportiva Miranda Rupailaf se para con la guardia en alto para cuestionar y resistir a los distintos tipos de violencia que buscan someter a su propio cuerpo: violencia patriarcal y contra la mujer en todas sus expresiones, violencia racial por su ser mapuche y toda aquella violencia que apunte al cuerpo como expresión identitaria. Sin embargo, sus palabras no son ni derrotadas ni lastimeras, sino que apuntan precisamente a aguantar y a defenderse de los ataques.
«Escribir es como boxear
y recibir en los golpes
la furia de las ballenas
la sangre rabiosa de un toro
la garra de un tigre en la mandíbula»
Los versos certeros de la poeta marcan el tono de cada poema, en donde se prepara para recibir los golpes y los espera con actitud desafiante; «Solo sé golpear con palabras» nos dice, y así lo hace en cada imagen presentada. Los golpes son precisos y dinámicos, y aunque no salga precisamente victoriosa de cada encuentro, es ella quien siempre domina el ring. El ritmo de su escritura juega con la dinámica propia del boxeo, no se lanza en un frenesí de violencia ansiosa y desbocada —reacción propia quizás de la violencia masculina, expresión patriarcal cotidiana—, sino que propone una desafiante danza con el/la adversario/a, en donde la paciencia y la agilidad de los movimientos son un factor clave. Los poemas no se apresuran a concluir o a dar golpes espectaculares, sino que se desenvuelven a su tiempo para terminar con la fuerza precisa.
Pese a la cruda dureza de la violencia, Miranda Rupailaf se aproxima a ella sin miedo, mirándola directamente a los ojos. Esa actitud nace desde el deseo de resistir y manifestar la propia existencia ante el mundo, sin dejarse mirar en menos. Es una defensa, expresa la autora, que se aprende desde niñas: desde los golpes de un padre que al mismo tiempo dice amar, la violencia en las relaciones de pareja y los acosadores callejeros. El seguir avanzando implica endurecerse y aprender de esas experiencias no solo para aguantar esos golpes, sino también para devolverlos y detenerlos. Las heridas que se han vuelto cicatrices se convierten en fuentes de energía para no detenerse.
Paralelamente a todo esto, el libro añade la dimensión del placer a la de la batalla. Este se arraiga, por una parte, en la idea de mantenerse luchando y poder vencer, en el poder extraer del mismo dolor los materiales elementales para cicatrizar, sanar y continuar; es un placer que también se muestra cómo compartido, ya que ni el entrenamiento ni el caminar se realiza en soledad. Junto a esto, el placer se expresa en una dimensión más sensual de la batalla, en el encuentro de los cuerpos. El combate también se muestra empapado de erotismo y tensión, los puñetazos se entrelazan con besos, caricias y deseos, permitiendo que el tacto no quede asociado únicamente al dolor, sino también al goce. En este sentido, la autora juega hábilmente con la relación entre el amor y la violencia, como entran en contacto y como se puede pasar de uno al otro.
Kewakafe, utilizando la imagen deportiva, presenta un manifiesto de la memoria corporal, en donde perder, caer y aprender se miran de frente con vencer, tocar y amar. El cuerpo guarda cada recuerdo y los moretones se hacen parte de cada persona aunque se desvanezcan de la piel. Al mismo tiempo, y tal como realizó con Zewpé Mapu (Aparte, 2021), Miranda Rupailaf presenta de manera contemporánea la identidad indígena, que lejos de arqueologizarse —como muchas veces es presentada—, se muestra viva en cada momento, en cada espacio de la vida. Con destreza y una perspectiva pulida y destacable, los poemas de Kewakafe, por sí solos y como unidad, presentan una lectura rutilante sobre la vida y el pugilismo.
Revista Tatami: Poemas de Kewakafe de Roxana Miranda Rupailaf + Fotografías de Fernando Lavoz
http://revistatatami.blogspot.com/2020/03/poemas-de-roxana-miranda-rupailaf.html
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